«La epilepsia afecta a alrededor de 300,000 argentinos.»

Algunas personas la consideran una enfermedad mental o psiquiátrica, cuando en realidad no lo es. Se puede tratar.

La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más frecuentes. Afecta a hasta 1% de la población, y se calcula que la presentan más de 50 millones de personas en el mundo y, en Argentina, a partir de extrapolaciones de cifras internacionales, se estima que habría alrededor de 300 mil pacientes.

Las crisis de epilepsia se producen cuando el sistema eléctrico del cerebro deja de funcionar correctamente.

La estigmatización que rodea a la epilepsia a menudo es más difícil de vencer que las propias crisis. Las personas con epilepsia -y sus familias- pueden mantenerse aisladas y desanimarse en la búsqueda de tratamiento por ser objeto de prejuicios y mitos arraigados. Tal como establece la Organización Mundial de la Salud, el miedo, los malentendidos, la discriminación y el estigma social han rodeado a la epilepsia por cientos de años y es una situación que sigue vigente.

«Hemos mejorado respecto de años atrás en términos del estigma, pero en mucha gente persiste el miedo, sobre todo por desconocimiento; se cree que es una enfermedad mental o psiquiátrica, cuando no lo es y en el plano laboral, es difícil que la gente reconozca que tiene epilepsia porque -por la misma ignorancia- todavía hoy puede restringir sus posibilidades de contratación», dice la doctora María del Carmen García, médica neuróloga y presidente de la Liga Argentina Contra la Epilepsia (LACE).

SIN DISTINCIONES

La epilepsia afecta a personas de todas las edades, sin distinción de sexo, raza o clase social, aunque las crisis tienden a aparecer en la infancia o en la adolescencia tardía y la incidencia aumenta nuevamente después de los 65 años de edad. La mitad de las veces, se desconoce su causa, pero -en el resto- esta puede deberse a daño cerebral ocasionado durante el embarazo o en el parto; malformaciones congénitas o trastornos genéticos con malformaciones cerebrales asociadas; traumatismos craneoencefálicos graves, como en accidentes de tránsito; accidentes cerebrovasculares que limitan la llegada de oxígeno al cerebro; infecciones cerebrales como meningitis, encefalitis o neurocisticercosis; ciertos síndromes genéticos; tumores cerebrales.

Esta patología puede provocar crisis recurrentes, contracciones musculares involuntarias, pérdida de la conciencia, alteraciones del movimiento, de los sentidos y de otras funciones cognitivas. La Liga Argentina contra la Epilepsia (LACE) describe que las crisis de epilepsia ocurren cuando el sistema eléctrico del cerebro deja de funcionar correctamente por un breve período y las neuronas descargan actividad eléctrica en forma anormal.

Hay muchos mitos que hablan de medidas de auxilio erróneas

¿Qué hacer ante una crisis epiléptica?

Hay una serie de actuaciones que nos pueden servir para ayudar a cualquier persona que sufra una crisis epiléptica. Es importante saber primero qué es lo que no debemos hacer en ningún caso, ya que son muchos los mitos que persisten sobre los ataques epilépticos. No debemos tratar de sujetar a la persona o restringir su movimiento; no hay que colocar objetos en su boca (existe la creencia de que estas personas se pueden tragar su lengua, pero esto no es cierto); no se debe proporcionar respiración boca a boca.

Cuando la convulsión pase, ayudar al afectado a sentarse en un lugar seguro y tranquilo y tratar de explicarle lo sucedido con un lenguaje sencillo y un tono de voz calmado.

Cuando la mayoría de las personas piensa en crisis epilépticas, la imagen que les viene a la cabeza es la de una crisis tonicoclónica generalizada, también conocida como epilepsia mayor. En este tipo de ataques es posible que el afectado grite, caiga al suelo, tiemble o sufra espasmos musculares y movimientos espontáneos, además de perder la conciencia de su entorno.

En tales casos, deberemos tomar una serie de precauciones especiales, que incluyen: recostar a la persona en el suelo con cuidado, girarla suavemente hasta que quede de costado, lo que facilita la respiración; retirar del área en la que se encuentra la persona los objetos duros o afiliados, para evitar que se golpee contra ellos; colocar su cabeza sobre algo suave y plano (por ejemplo, una campera, un buzo o un saco). También conviene quitarle los anteojos si los usara y prendas que puedan dificultar la respiración, como una corbata.

Medidas que siempre suman al afrontarla

El éxito del tratamiento dependerá de factores como el tipo de epilepsia, la elección terapéutica y su cumplimiento. Con el abordaje apropiado, las crisis pueden ser completamente controladas en alrededor del 70% de los pacientes.

Más allá de las particularidades, hay medidas comunes, como ser constante con la toma de la medicación; restringir la ingesta de alcohol; dormir lo suficiente; concurrir a los controles médicos con la frecuencia indicada por el neurólogo.

En términos del futuro del tratamiento, la doctora García mencionó que «los grandes avances tienen que ver con la genética: cada vez se encuentran más genes relacionados con distintas formas de epilepsia, lo que permitirá diseñar tratamientos específicos».

«Describir determinados biomarcadores ayudará a determinar a qué paciente le irá mejor con qué tratamiento. También hay mucha investigación en términos de los aspectos metabólicos e inflamatorios asociados a la enfermedad, lo que nos abrirá la posibilidad de abordarla por otros caminos», agregó la especialista.