Alerta en Argentina: Más de un tercio del suelo está en riesgo de degradación

Buenos Aires, 18 de agosto de 2025 – Más de 100 millones de hectáreas, equivalente al 36% del territorio argentino, se encuentran afectadas por procesos de degradación que comprometen su capacidad para producir alimentos, almacenar agua y sustentar la biodiversidad. Así lo advirtió Diego Cosentino, profesor de la Cátedra de Edafología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), quien señaló que el deterioro del suelo, un recurso no renovable a escala humana, representa una amenaza crítica para la seguridad alimentaria, la regulación climática y la sostenibilidad ambiental del país.

La importancia del suelo y su situación actual

El suelo desempeña funciones esenciales: regula el ciclo del agua, almacena carbono, filtra contaminantes, recicla nutrientes y proporciona soporte físico a ecosistemas e infraestructuras. Como el mayor reservorio de carbono del planeta, su rol en la mitigación del cambio climático es crucial. Sin embargo, en Argentina, más de un tercio del territorio sufre erosión hídrica, eólica o procesos biológicos que lo deterioran, particularmente en regiones como el Noroeste Argentino (NOA), Cuyo y Patagonia, donde las condiciones áridas o semiáridas y las pendientes pronunciadas agravan las tasas de erosión.

Cosentino destacó la gravedad del problema: “Esta cifra es alarmante: significa que más de un tercio de Argentina está perdiendo su capacidad de producir alimentos, almacenar agua y albergar vida”. La formación de un solo centímetro de suelo puede tomar entre 100 y 1.000 años, dependiendo del clima y las condiciones, mientras que su restauración funcional tras una degradación severa requiere décadas de prácticas sostenidas.

Principales causas de la degradación

Entre los factores que contribuyen al deterioro del suelo en Argentina, Cosentino identificó:

  • Deforestación y quema intensiva: Especialmente en el norte del país, donde la expansión de cultivos como la soja ha llevado a la pérdida de cobertura vegetal, exponiendo el suelo a la erosión.
  • Sobrepastoreo: En regiones semiáridas, la actividad ganadera intensiva deja el suelo desprotegido, aumentando su vulnerabilidad.
  • Monocultivos y labranza intensiva: Aunque la adopción de prácticas como la siembra directa ha reducido este impacto, los monocultivos agotan nutrientes y materia orgánica.
  • Uso excesivo de agroquímicos: La falta de una legislación unificada para regular su aplicación ha generado problemas como la salinización y la contaminación química del suelo.

Impactos y consecuencias

La degradación del suelo no solo amenaza la producción agrícola, sino que también agrava el cambio climático. “Un suelo sano almacena carbono que, de lo contrario, se liberaría como CO₂, contribuyendo al calentamiento global”, explicó Cosentino. Además, suelos degradados pierden su capacidad de absorber agua, lo que incrementa el riesgo de inundaciones y reduce la resiliencia frente a sequías y temperaturas extremas. A nivel global, más del 30% de los suelos están degradados, y en Argentina, esta tendencia pone en riesgo la seguridad alimentaria en un contexto de población creciente.

Cosentino subrayó: “Sin suelo sano, no hay comida posible. Es el cimiento de toda producción agrícola, sosteniendo plantas, nutrientes y microorganismos esenciales para la vida. Conservar el suelo es defender nuestro futuro alimentario”.

Soluciones y el rol de la educación ambiental

Para revertir esta situación, el especialista abogó por prácticas agrícolas sostenibles, como la rotación de cultivos, la conservación de la cobertura vegetal y el uso responsable de agroquímicos. Sin embargo, destacó que la educación ambiental es un pilar fundamental para generar conciencia, especialmente en las nuevas generaciones. “Promover el conocimiento sobre el cuidado del suelo es clave en un contexto de crisis ecológica global. Enseñar a la ciudadanía a valorar este recurso no renovable es esencial para garantizar su conservación”, afirmó.

Además, suelos bien gestionados pueden mitigar el cambio climático al actuar como sumideros de carbono, reducir el riesgo de desastres naturales y fortalecer la resiliencia de los ecosistemas. Estas prácticas requieren políticas públicas integrales, cooperación entre sectores y una regulación efectiva del uso de agroquímicos.

Un llamado a la acción

La advertencia de Cosentino pone en evidencia la urgencia de abordar la degradación del suelo como una prioridad nacional. Con más de 100 millones de hectáreas en riesgo, Argentina enfrenta el desafío de implementar estrategias que equilibren la productividad agrícola con la conservación ambiental. La adopción de prácticas sostenibles y el fortalecimiento de la educación ambiental serán clave para proteger este recurso vital, que no solo sustenta la vida, sino que también define el futuro económico y ecológico del país.