La reforma universitaria y su estrecha relación con la unión latinoamericana
Entre marzo y octubre de 1918 la Argentina vivió un movimiento estudiantil de agitación que, incluso, tuvo repercusión en otros países de América Latina. El historiador recorre el movimiento estudiantil que surgió en la provincia de Córdoba en 1918, que luego se extendió a todo el país e incluso tuvo influencia en no pocos países de la región. Necesario repaso por algunos nombres que la historia oficial intentó olvidar.
Todo comenzó en Córdoba y, en realidad, estuvo estrechamente ligado a los avances logrados por la clase media durante el yrigoyenismo, un hecho incuestionable de la historia que, con el paso del tiempo, muchos radicales parecen haberse olvidado de recordar.

Lo ocurrido en Córdoba fue muy importante porque se ocupó una universidad ultramontana, que estaba en manos del catolicismo de derecha y donde, incluso, se impedía estudiar debidamente algunas asignaturas.Por ejemplo, algunas autoridades reaccionarias consideraban «profanas» las autopsias o exámenes de cadáveres.
Entonces hubo un movimiento estudiantil muy importante que llegó a ocupar la universidad y provocó la intervención por parte de don Hipólito Yrigoyen, que era presidente en aquel momento.

Yrigoyen nombró como interventor a José Nicolás Matienzo, quien actuó en forma correcta, apoyando un movimiento que era fundamentalmente anticatólico y antiderecha. Enrique Rivera, que ha trabajado mucho sobre este tema, planteó que si bien la reforma tuvo estas características en Córdoba, no fue totalmente antirreligiosa o anticatólica como la llevada adelante por la izquierda en La Plata y en Buenos Aires. El movimiento era contra las autoridades liberales conservadoras, pero no tenía ese carácter que la hubiese vinculado a los movimientos de izquierda.
El movimiento asumió un carácter latinoamericano
También es importante destacar que el movimiento asumió un carácter latinoamericano, como lo expresa un manifiesto preliminar de la Reforma Universitaria donde se plantea directamente que «estamos pisando una revolución, estamos viviendo una hora americana».
Esto, que parece medio extraño, estuvo estrechamente ligado a figuras como Deodoro Roca que fue una de las principales figuras del movimiento, un hombre que era colaborador de Manuel Ugarte.
Ugarte era el que había planteado, ya desde 1901, que la unidad latinoamericana era indispensable, retomando las banderas que había levantado Felipe Varela con su «Viva la Unión Americana» cuando se enfrentó a la Guerra de Paraguay.

Lo concreto fue que el movimiento tuvo una repercusión muy fuerte. Víctor de la Torre, el líder de la Alianza Popular Revolucionaria Americana, un movimiento popular de Perú, consideraba que la Reforma Universitaria había sido el punto de partida del APRA y que la visita de Ugarte había incidido tanto en Perú como en México en la agitación de los movimientos estudiantiles, reclamando un protagonismo que no tenían hasta ese momento, es decir, participación en los claustros, autonomía universitaria, derecho a cuestionar. Y todo esto se fue produciendo en distintos momentos.
Luego, la Reforma tomó un curso moderado y resultó que mucha gente que había participado en ella se complicó en el golpe de Estado contra Yrigoyen del año 30. Increíble.
Por ejemplo, Carlos Sánchez Viamonte publicó «El último caudillo», un libro deleznable que reúne todos los vituperios posibles contra Yrigoyen, en complicidad con los impulsores del golpe.
Otros reformistas del 18, como Gregorio Bermann, tomaron el camino del Partido Comunista, y otros como Antonio Gallo, el del trotskismo.
A pesar de estos ejemplos, la influencia de la Reforma tuvo su importancia cuando el movimiento popular aprista fue derrocado y vinieron hombres como Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, que en Buenos Aires influyeron sobre la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). Se pronunciaron a favor de la unidad latinoamericana, un planteo que con los años ha recuperado la CELAC y otros organismos de la región.
En el caso de Ugarte, podríamos decir que desde 1912 hablaba de un socialismo nacional y fue expulsado dos veces del Partido Socialista, quedando al margen de este movimiento. Pero el 11 de abril que es el aniversario que recordamos, se hizo un acto importante por la fundación de la Federación Universitaria Argentina (FUA) y allí hablaron Osvaldo Loudet y Julio González, hijo de Joaquín V. González.
Ellos fueron los principales oradores, pero el cierre del acto estuvo a cargo de Manuel Ugarte. Se trata de un dato que los reformistas posteriores han olvidado, porque el olvido también forma parte de la memoria.
Fue una de las últimas actividades que tuvo en la Argentina, porque poco después del 18, cerradas las puertas del socialismo nacional y expulsado del partido, tomó el camino de vivir en Europa. Luego, volvió en 1935 pero fue nuevamente expulsado del partido cuando les ofrecieron hablar de un determinado tema pero su respuesta era que hablaría del imperialismo en América Latina. Su respuesta fue suficiente para una nueva expulsión.
Pero es preciso rescatar que la Reforma, con figuras importantes como Gabriel Del Mazo que ha tocado el tema en su «Historia del radicalismo» y otros que pasaron por FORJA, fue un movimiento importante de renovación y modernización de los estudios universitarios.
En ese sentido, uno de los aspectos fundamentales fue el Manifiesto Preliminar donde se convocó a la unidad de América Latina como único camino para que los países de la región dejaran de ser dependientes y explotados por las grandes potencias.

Fuente: Télam (redacción por Norberto Galasso)