Una pregunta clave para miles de chicos: ¿Qué hago después de la secundaria?
El psicopedagogo José Moguilner habló con NORTE de ese momento que tarde o temprano llega en la vida de cualquier persona cuando cursa el nivel medio. Qué hay que tener en cuenta, qué ayuda que hagan los padres y qué no.
Cuando un adolescente cursa el tramo final de la escuela secundaria, un interrogante pesa en él y en su familia: ¿Y después qué? ¿Estudiar una carrera universitaria o terciaria? ¿Aprender un oficio? ¿Trabajar? Y si la decisión es continuar el trayecto educativo, ¿estudiar qué?
En esa encrucijada, una opción no siempre considerada pero muy útil es recurrir a servicios de orientación vocacional que ayuden al chico o chica a elegir un camino, o al menos a tener mayores indicios y herramientas con los cuales llegar a una decisión.
«Es un momento complejo, porque en general los jóvenes llegan a esta instancia con pocas oportunidades para haber aprendido a tomar decisiones y elegir. El contexto escolar y familiar muchas veces está configurado de tal manera que queda poco espacio para tomar decisiones y hacer elecciones. Entonces los chicos, salvo excepciones, no están preparados», dice José Moguilner, psicopedagogo que trabaja en su consultorio con este tipo de procesos.
En una entrevista con NORTE Play, el profesional habló de cómo se trabaja en esos procesos, de qué modo se ayuda al adolescente a identificar preferencias y cuáles son las actitudes propias que los padres y madres deben evitar y cuáles otras desarrollar para ayudar de la mejor manera a sus hijos.
«NO SE VA LA VIDA»
Moguilner consideró importante hacer notar en primer lugar que «en esta decisión (de elegir qué hacer luego de la secundaria) no se va la vida» sino que, como lo define un autor, es «una decisión inaugural, porque inaugura futuras decisiones que sí van a ir configurando nuestro proyecto de vida».
«Muchos jóvenes vienen a la consulta pensando que en esa decisión se juega todo, y en realidad no es así. Siempre hay tiempo para redefinir el rumbo, modificar un proyecto. Un espacio de orientación vocacional ayuda a que esta elección no se convierta en un proceso traumático», marcó.

El rol del orientador, dijo, «es facilitar al consultante el aprendizaje de sí mismo, el conocerse mejor para tomar mejores decisiones y mejores elecciones».
Con respecto a la familia, señaló que «es uno de los subsistemas implicados en este proceso, porque muchas veces, con todo el amor del mundo, los padres y las madres somos un poco directivos en esta cuestión de las decisiones, basadas en las carreras que responden a determinados mandatos». Es decir, los padres que desde el vamos esperan que sus hijos repitan sus mismas historias con el ejercicio de ciertas profesiones o trabajos.
La orientación vocacional se trabaja habitualmente con estudiantes que cursan el último año de la secundaria. Pero también hay procesos de reorientación, para el caso habitual de personas que iniciaron una carrera y mientras la transitan comienzan a dudar acerca de si realmente es lo que desean. «Hay que capitalizar la experiencia para saber si estoy en el camino correcto o si tengo que pegar un volantazo capitalizando todo el bagaje que me queda de la experiencia anterior».
También hay espacios de orientación para profesionales que ya concluyeron una carrera y dudan sobre qué hacer ante opciones de posgrados y otros trayectos de especialización.
CONSEJOS PARA PADRES
Cuando se le preguntó qué consejos daría a padres y madres, lo primero que marcó es que «deberían habilitar espacios de escucha. Los adolescentes necesitan espacios de escucha. En general a los adolescentes les gustan muy poco los sermones, buscan más espacios de escucha y de acompañamiento y contención. Lo primero es eso».
«En este acompañamiento que puede hacer la familia, hay que tener en cuenta que muchos adolescentes tienen dificultades para acceder a información. A veces uno piensa que están preparados para ir a una universidad y preguntar cosas, y no siempre es así, y está bueno ese acompañamiento», señaló.
En esa posibilidad de ayudar al adolescente, Moguilner dice que también están, obviamente, las ayudas institucionales o profesionales para intentar dilucidar qué opciones calzan mejor con sus condiciones, expectativas y búsquedas. Pero fue enfático en que esos servicios no sirven si el joven asiste contra su voluntad. «No sirve cuando los pibes vienen obligados, y por lo tanto está poco dispuesto al trabajo. Otro error es darle a entender al joven que el orientador le va a decir qué es lo que tiene que estudiar».
«LA DECISION ES DE EL O ELLA»
Al respecto dice que lo primero que dice a los adolescentes que llegan a su consultorio es «que si viene con esa idea, está muy equivocado, porque quien toma la decisión es él o ella. Yo, como dice Marina Müller, puedo iluminar el camino, ayudando al autoconocimiento».
En ese proceso, parte de la tarea es identificar los intereses profesionales. «Hay un trabajo de reflexión y una serie de actividades. Por ejemplo a mí me puede interesar mucho la música, pero no querer trabajar de eso».
«Hay, según de qué autores hablemos, de diez a quince familias profesionales relacionadas con diferentes carreras. Ahora, a mí me puede interesar mucho algo, pero tengo que tener aptitud, habilidad, porque de lo contrario hacer esa carrera no va a ser imposible pero sí compleja. Entonces la elección debe tener en cuenta esa correspondencia entre intereses y aptitudes», explicó.
El psicopedagogo menciona que también influye «la historia familiar, cómo le fue en la escuela, qué materias le gustaban, si tiene algún hobby, si tiene y cuáles son sus actividades extraescolares.
¿UNA CARRERA O UN TRABAJO?
Moguilner apunta que de un proceso de orientación vocacional «no siempre se concluye que el sujeto decide estudiar una carrera universitaria. Tal vez no. Tal vez decide que va a trabajar en un oficio, o que va a elaborar un proyecto para llevar su trayectoria educativa de otra manera. La elección no necesariamente es una carrera universitaria».
Moguilner marcó el respecto que muchas personas trabajan y desde allí eligen una carrera en particular, no al revés. «El trabajo puede ser el paso inicial para después ir a la universidad. Muchas veces en el hacer uno se va impregnando de las experiencias de trabajo y eso es lo que permite descubir la vocación, que no es otra cosa que descubrir qué es lo que me gusta, qué es lo que me apasiona».
En eso, dijo, es importante plantearse qué es el trabajo. «La idea es reflexionar acerca de que el trabajo tradicionalmente estuvo encorsetado en la idea del sacrificio, y el trabajo debería estar en el lado opuesto. Yo debería disfrutar mi trabajo. No significa que no haya dificultades en el trabajo, sino que me apasiona mi trabajo», explicó.
CARRERAS CON MALA PRENSA
La idea de «no me gusta esta carrera pero se gana bien», dijo, es «una ecuación compleja. No vamos a hacer un juicio de valor sobre ella, no es ni bueno ni malo, cada uno toma su decisión. Pero hay carreras que tienen mala prensa porque ‘se gana poco’, y el joven está super conectado e identificado con la carrera, pero por estas variables decide optar por otras alternativas, centradas en otro tipo de valores, ni mejores ni peores».
Por eso, dijo, el espacio de orientación vocacional debe apuntar «al autoconocimiento, a cuál podría ser mi vínculo futuro con el trabajo, con el estudio, y en función de eso armarme una hipótesis de proyecto de vida».

De todos modos, aclaró, la vocación «es algo muy dinámico y es muy experiencial. Yo por ejemplo fui a un colegio técnico y porque era lo que se solía hacer fui a estudiar ingeniería, y hoy estoy en otro lado. Pero aun estos caminos, que muchas veces parecen fracasos y fuentes de frustración, si uno los reelabora y los resignifica, los puede capitalizar a favor».
«Cualquier experiencia formativa algo siempre te planta en tu estructura, que después te va a servir para lo otro que emprendas. No es que uno pasa por las experiencias y no queda nada, sino que hay toda una serie de habilidades, de competencias, que uno aprende aunque no le guste el asunto», dijo.
«Te da la posibilidad de ver las cosas de una manera más diversa, más enriquecida, pero también muy ordenadora de la realidad, y te deja ciertos hábitos de disciplina que quizá en otros ámbitos no están», anotó.
COMO ES EL PROCESO
El psicopedagogo dijo que también es importante «ver qué hacen los pibes fuera de la escuela, sobre qué temas leen, si hay algún aspecto de la realidad cotidiana que les interese, y te podés encontrar con sorpresas. Hay pibes que les interesa mucho la realidad y no se lo preguntan. Y preguntás si hacen algo con eso y te dicen que sí».
«Yo suelo preguntar qué carreras, por locas que les parezcan, se les pasaron por la cabeza, y armamos una lista. Y les pregunto luego qué carrera no estudiarían bajo ninguna circunstancia, y aparecen un montón. Esa segunda respuesta es muy interesante porque ya acota bastante el campo de búsqueda. Todo eso forma parte de un proceso de orientación vocacional», marcó.
El trabajo que realiza Moguilner se desarrolla en cuatro a seis sesiones individuales con los y las jóvenes, aunque en ocasiones involucran al entorno familiar cuando se percibe que influye en la decisión. «Es importante decir –agrega- que a veces el proceso no termina en una decisión, y que eso no es malo. Eso puede ser un indicador de que el joven empezó a conocerse más y puede empezar a armar su proyecto».
CONTACTOS Y OPCIONES
Quienes deseen consultar más sobre cómo es el trabajo de orientación vocacional, pueden comunicarse con el psicopedagogo Moguilner, mediante su Whatsapp 362-466-9162 o mediante su perfil en Facebook. Él resalta que «no sirve que los jóvenes sean obligados a encarar el proceso» y también marca que «cualquier profesional servirá como orientador, porque hay diferentes principios teóricos pero todos ayudan».
También consideró importante informar que «hay servicios de orientación en la Universidad Nacional del Nordeste, que tiene un departamento específico para esta temática, y también en el Servico de Adolescencia que funciona en el Hospital Perrando. Es cuestión de estar atentos a las convocatorias para saber en qué momentos inscribirse y aprovecharlas».