A 70 Años del Bombardeo a Plaza de Mayo: La Masacre Olvidada que Marcó a Fuego la Historia Argentina

BUENOS AIRES. Hoy, 16 de junio de 2025, se cumplen 70 años de uno de los episodios más oscuros y brutales de la historia argentina: el cobarde y horrendo bombardeo a Plaza de Mayo . Aquel día de 1955, una coalición de fuerzas golpistas no solo intentó asesinar al entonces presidente Juan Domingo Perón ya todo su gabinete, sino que buscó apagar la «llama popular» del movimiento peronista a través del terror, dejando un saldo de más de 300 muertos y 800 heridos , muchos de ellos civiles.

El brutal ataque, impulsado por un profundo odio antiperonista que resuena con preocupante eco en la actualidad, fue un intento desesperado por desorientar al movimiento popular y desmantelar las conquistas sociales alcanzadas. «Sacar del medio al líder para generar desconcierto en todo el movimiento popular y avanzar sobre sus conquistas sociales», señala la crónica, estableciendo un paralelismo inquietante con ciertos discursos contemporáneos.

La Conspiración y la Frustración del Factor Sorpresa

El 16 de junio de 1955, una coalición heterogénea –integrada por facciones de las Fuerzas Armadas, partidos conservadores, la UCR, la élite económica, la embajada de Estados Unidos, la Iglesia y un amplio sector de los medios de comunicación– se propuso derrocar al peronismo. Su plan dependía del factor sorpresa, pero esta pretensión se vio frustrada. Una trabajadora, empleada doméstica del teniente de Navío Carlos Massera (hermano de Emilio Eduardo Massera, figura clave del golpe de 1976), denunció la operación, alertando a los servicios de inteligencia del gobierno.

Pese a la delación, los golpistas avanzaron. Un comando civil tomó Radio Mitre y lanzó una proclama cargada de triunfalismo y desinformación: «Argentinos, escuchó este anuncio del cielo volcado por fin sobre la tierra argentina. El tirano ha muerto. Nuestra Patria hoy es libre. Dios sea cargado (…) En estos momentos, las fuerzas de la liberación económica, democrática y republicana han terminado con el tirano. La aviación de la Patria al servicio de la libertad ha destruido su refugio (…) Ciudadanos, obreros, estudiantes: la era de la libertad y de los derechos humanos han llegado».

Florencio Arnaudo, uno de los comandos civiles (entre los que también se encontraba el conocido Mariano Grondona), relató años después en el libro «El año en que quemaron las iglesias» la brutalidad del plan: «El bombardeo tenía que haber comenzado a las 10 y debía durar tres minutos, que es el tiempo que le iba a llevar a la escuadrilla descargar sus bombas. Después de esto, la Casa de Gobierno quedaría prácticamente arrasada. Entonces, la Infantería de Marina por un lado y los civiles que estuviéramos a esa hora dando vueltas por los alrededores, por otro, teníamos que asaltar las ruinas del edificio para matar a Perón». Fracasado el intento, la mayoría de los golpistas huyeron a Montevideo. Algunos, como el almirante Benjamín Gargiulo, optaron por el suicidio.

El Ataque y la Resistencia Leal

La Marina, con aviones de rezago de la Segunda Guerra Mundial, buscó compensar su inferioridad tecnológica con la promesa de la rebelión de la base de Morón, asiento de los modernos jets de la Fuerza Aérea. Sin embargo, una parte de los pilotos de la Fuerza Aérea permaneció leal. Ernesto Adradas, un piloto leal, logró derribar un golpista de la Armada Tejana sobre el Río de la Plata, lealtad que pagaría caro tras el triunfo del golpe tres meses después. Perón, por su parte, había sido alertado del ataque por cuatro vías diferentes y se refugió en el Edificio Libertador, sede del Ejército, a pocos metros de la Casa Rosada.

Las condiciones climáticas, con nubes, obligaron a los pilotos golpistas a atacar a baja altura, lo que, paradójicamente, hizo que muchas bombas no explotaran. Además, varios cañones antiaéreos ya esperaban a los aviones. En el caos, las maniobras evasivas de los pilotos hicieron que muchas bombas cayeran sobre el Paseo Colón, con una tragedia particular: una de ellas hizo volar por los aires un trolebús repleto de pasajeros.

Aterrizados en Ezeiza, ya tomados por la Marina, se intentó un nuevo ataque conjunto. Mientras tanto, la CGT había convocado a los obreros a la Plaza para defender al Gobierno. Fue en lo peor de la batalla cuando se efectuó el tercer ataque aéreo, el más terrible en cuanto a número de víctimas. Al caer la noche, los rebeldes perdieron el control de las bases y huyeron con sus aviones gravemente dañados.

La Búsqueda del «Magnicidio Espectacular» y la Impunidad

A pesar de que existían maneras más simples de cometer el magnicidio (Perón salía diariamente a la misma hora en su auto sin blindaje), el objetivo era una acción tan «espectacular» que quebrara la voluntad de lucha de sus millones de seguidores. El saldo fue devastador: más de 350 muertos y 800 heridos , con casi un centenar de personas que quedaron mutiladas.

La impunidad fue la tónica posterior. Dirigentes como Miguel Ángel Zavala Ortiz, de la UCR, quien iba a integrar un triunvirato de gobierno si Perón caía, huyeron a Uruguay y regresaron tras el golpe de septiembre de 1955, llegando incluso a aplaudir públicamente los fusilamientos del General Juan José Valle y los asesinatos en los basurales de José León Suárez. Un hecho vergonzoso para la historia argentina, que se extiende hasta la actualidad con la decisión del ex jefe de Gobierno porteño, Enrique Olivera, de nombrar una plazoleta en honor a Zavala Ortiz.

La Construcción del Olvido y la Necesidad de Recordar

La «construcción del olvido» comenzó al día siguiente. Diarios como Clarín y La Nación dedicaron una amplia cobertura a los daños materiales, minimizando el espacio para las víctimas. Historiadores de la talla de Tulio Halperín Donghi y José Luis Romero, con sus ojos vendados por la ideología, priorizaron en sus relaciones los daños a las iglesias quemadas, omitiendo casi por completas las vidas segadas.

«Preocupación meticulosa por las iglesias quemadas, ni una palabra sobre los cuerpos asesinados», critica la nota, aludiendo a la narrativa histórica que intentó silenciar la masacre.

La Masacre de Plaza de Mayo quedó impune. Los perpetradores que huyeron regresaron como «libertadores», y aquel 16 de junio de 1955 desató un ciclo de violencia política que se prolongaría por décadas en Argentina. Hoy, cuando «el odio político vuelve a estar de moda», resulta impactante el alto desconocimiento que gran parte del pueblo argentino tiene sobre estos sucesos. «No conocemos lo suficiente nuestra historia», concluye el artículo, invitando a la reflexión sobre la importancia de recordar para comprender el presente.