Ladrillos chaqueños dejan buenas ganancias, pero en otras provincias

Las obras impulsaron la comercialización que ingresaron al mercado de la construcción en Buenos Aires, sur de Santa Fe y La Pampa.

El productor y el consumidor también en el comercio de ladrillos son los eslabones más débiles, pagando los intermediarios valores mínimos por cada mil adobes que luego se venden en las principales ciudades del país a valores que ‘multiplican varias veces lo pagado en origen‘.

Los ladrillos chaqueños tienen buena paga en el centro del país, pero esa ganancia no llega al productor.

La demanda de ladrillos de barro cocido se incrementó en los últimos cinco años, traccionada por las construcciones en los barrios cerrados de las grandes ciudades del país que optan por ‘materiales ecológicos‘.

Las obras impulsaron la comercialización de los adobes chaqueños que ingresaron al mercado de la construcción en la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe y La Pampa. El año de salida de la pandemia, el 2021, fue el que registró a partir del segundo semestre, un incremento en el volumen de producción.

La mayor demanda, que alcanzó las sesenta millones de unidades por mes en la provincia, no implicó más ganancia para el ladrillero. ‘Entre el ladrillero y el que vende en las grandes ciudades del centro del país hay un margen de ganancia que al productor no le llega‘, aseguran los productores chaqueños del adobe.

RECLAMO CON ANTECEDENTES

El reclamo de los ladrilleros no es nuevo, sino que ya tiene antecedentes en la búsqueda de lograr la corrección ‘entre el valor del ladrillo y el margen de ganancia que se le escapa al productor‘.

‘El escape del dinero no ocurre por lo que cobra el corralonero local, sino por la gran cantidad de eslabones que intervienen hasta llegar el producto a las grandes ciudades del país donde el ladrillo cotiza hasta un quinientos por ciento más y ese porcentaje el ladrillero no lo recibe‘, explican los productores locales consultados.

‘En la cultura del ladrillero pareciera que se los conforma con una asignación, un sueldo del Estado o una bolsa de mercadería, cuando lo que nosotros tenemos que hacer es cambiar nuestro modo de fabricar y de comercializar el ladrillo‘, dicen con autocrítica.

‘Lo que debemos entender y hacer comprender a todos es que somos una industria, ya que nos dan un pedazo de tierra y les entregamos un ladrillo fabricado a partir de ese barro‘, señalaron a NORTE los integrantes del Consorcio de Ladrilleros de Presidencia Roque Sáenz Peña.

El planteo es que la comercialización, ‘el negocio‘, lo debería hacer el ladrillero, pagando el flete que corresponde, siendo ‘la objeción el hecho de que hay un dinero en el medio que debería ser ganancia para el productor y no lo es‘.

NEGOCIO SOBRE RUEDAS

La demanda del ladrillo de barro cocido por parte de las grandes capitales, especialmente las que tienen barrios cerrados, ha generado en el transporte eslabones de intermediarios entre el productor y el comprador ‘que cambian mucho el valor del ladrillo entre uno y otro extremo‘.

El cuestionamiento de los productores es que ‘se creó una rentable logística del transporte para la compra y venta de ladrillos del Chaco a provincias del centro del país‘.

‘El transportista viene a una ladrillería, especialmente las del sudoeste, le ofrece un monto de dinero por los adobes y luego los vende a los corraloneros de las grandes ciudades a valores cuadriplicados‘, aseguró Oscar González, productor de Sáenz Peña. El grueso de la adquisición del adobe chaqueño es de la región central del país: sur y oeste de Buenos Aires.

Las ‘compras‘ generalmente se realizan en la zona de Napenay, Avía Terai, Concepción del Bermejo, Pampa del Infierno, Campo Largo, Corzuela, Las Breñas y Pinedo.

‘La culpa sabemos no es del transportista, ya que la oportunidad de ese negocio rentable de la logística se la estamos dando nosotros por nuestra propia inoperancia al momento de vender nuestro producto, generando la posibilidad de que el dinero se lo queden otros‘, acotó.

SALIR A VENDER

Los ladrilleros chaqueños entienden que ‘el transportista pone su capital, hace un trabajo genuino y tiene que ganar dinero, pero hay un excedente entre el producto que salió de la ladrillería y el que se vende en los corralones que debería quedar para el productor‘.

El problema es que ‘entre lo que recibe el ladrillero en el Chaco y lo que se paga por las mil unidades en el mercado de otras provincias hay un margen grande que debería tener reflejo a nivel local‘ ‘Es dinero que podría quedar en cada una de las localidades en las que estamos los ladrilleros produciendo‘, refirieron.

‘Nos falta gestionar porque el producto que logramos es de buena calidad, bien elaborado y requerido, pero el ladrillero sigue recibiendo monedas por el trabajo que realiza‘, insistieron.

En este sentido reclaman ‘tener un mercado organizado‘. La sugerencia que surge es que ‘desde el Estado se facilite la firma de convenios con las provincias que demandan el adobe chaqueño para que el ladrillero lleve su oferta hacia ese mercado y logre un trato directo con el comprador, con las cámaras de la construcción, con las entidades que agrupan a los corralones‘.

La ganancia ‘que se le escapa al que trabaja moldeando y cocinando el barro‘ implica que hay un dinero, generado por la industria del adobe, que no se derrama en las economías locales.

VALORES EXTREMOS

En el análisis de las cotizaciones que tiene el bloque de barro cocinado, ‘el ladrillo de quince, en la comercialización local, se está consiguiendo entre los veinte y veintidos mil pesos las mil unidades‘.

‘El precio justo sería hoy de treinta mil pesos, un valor con el que el ladrillero estaría bien pero a una familia que quiere construir, con la inflación que tenemos, el recibo de sueldo le dice que no puede pagar ese valor por los adobes‘, mencionaron los ladrilleros consultados por NORTE. Las realidades del centro del país y del norte ‘son distintas‘.

En el Chaco se puede construir pagando un promedio de veinte mil pesos los mil ladrillos, ‘mientras que en la zona de Buenos Aires esos adobes están cotizándose entre los setenta y noventa mil pesos‘.

El cuestionamiento radica en que ‘el transportista, que oficia de eslabón intermediario, agudiza la pérdida del ladrillero porque paga entre diez y doce mil pesos los mil ladrillos, que además se deben cargar, acomodados en palets y envueltos en film‘.

‘Hay un márgen entre lo que se le paga al productor del ladrillo y el precio al que luego sale al mercado del centro del país y es ahí donde decimos que debemos salir a vender nuestro producto, pagando al transportista el flete que corresponde, para que ese valor agregado de comercializar fuera de la provincia quede para el ladrillero local‘, cerraron.