Pantallas en la Infancia: Una Adicción Invisible con Serias Consecuencias para el Futuro de Nuestros Hijos

18 de Mayo de 2025 — En los hogares del Chaco, como en muchas otras provincias argentinas, la imagen de niños y adolescentes enganchados a pantallas se ha vuelto tan cotidiana que apenas nos detenemos a pensar en sus efectos reales. Mirar hacia otro lado es un lujo que ningún padre, madre o educador debería darse. Por ese motivo y ante la creciente problemática, NORTE dialogó con la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero. La profesional es autora de 4 libros que abordan la neurociencia, la salud mental y la crianza. Además de su reconocimiento internacional como conferencista es ganadora de un Emmy por el documental «Parenting Sin Pantallas», disponible en YouTube.
Desde su oficina en Washington, y ante la consulta telefónica de este medio plantea una premisa alarmante: estamos frente a lo que denomina «la droga de nuestros tiempos», y no hay dudas de que el costo social y personal es altísimo si no actuamos con conciencia y decisión.
Así como décadas atrás había recelo por el consumo de tabaco a muy temprana edad, hoy el reto tiene un disfraz mucho más presente y autorizado: el celular, la tablet o la computadora. Lo curioso es que este tipo de adicción no genera rechazo social, sino todo lo contrario, suele ser legitimada dentro de las familias y hasta fomentada, muchas veces por desconocimiento, rutina… o sobrecarga parental. Y los daños, señala Castro Fumero, están más que documentados por la ciencia.
«Esta es una droga nueva, una droga que entra por los ojos», dice la especialista. Y no es sólo una metáfora persuasiva: estudios en neurociencia confirman que las mismas áreas cerebrales que se activan en la adicción a sustancias, lo hacen también durante la estimulación digital excesiva. «El núcleo accumbens, núcleo central en la producción y regulación de la dopamina, se dispara generando una gratificación instantánea, pero a costa de debilitar capacidades básicas, como la tolerancia a la frustración, el control emocional y el autocuidado», señala.
El panorama médico es muy oscuro. Asegura la experta que los síntomas van desde el aumento vertiginoso de miopía y pubertad precoz (con datos particularmente preocupantes en niñas que comienzan su ciclo menstrual tres años antes de lo previsto tras la pandemia), al crecimiento del sedentarismo, la obesidad y la diabetes tipo 2. La evidencia es tajante: para el año 2050, se estima que la mitad de la población podría desarrollar miopía severa. Ni hablar del insomnio corriente en chicos que, tras largas jornadas frente a pantallas, ven alterados sus ritmos biológicos, duermen mal y rinden poco en la escuela», afirma.
El impacto cognitivo es aún más llamativo. «Nunca antes los resultados académicos de las pruebas internacionales habían sido tan bajos como los actuales», subraya la neuropsicóloga. El déficit de atención, los retrocesos en comprensión lectora, lenguaje y matemáticas, y un crecimiento visible de los retrasos en el desarrollo del lenguaje preocupan a los docentes chaqueños y a los sistemas educativos del mundo entero. «Por primera vez, una generación tiene un coeficiente intelectual que, en promedio, es inferior al de sus padres. La paradoja de la era hiperconectada: estamos criando adultos con menos habilidades cognitivas básicas», revela.
Pero quizás la alerta más urgente sea el deterioro del tejido social: el tiempo del cara a cara, del juego, del aprendizaje emocional se reduce a la mínima expresión.
Al respecto, la doctora asevera: «Los chicos ya no saben aburrirse, ni tolerar el ‘no’. Esto no sólo es culpa de los dispositivos, sino de los adultos que abren (y habilitan) el acceso sin acompañamiento, sin guía, sin información real sobre lo que está en juego. Así, la capacidad empática, la posibilidad de disfrutar del presente, de frustrarse y volver a intentar, queda seriamente dañada».
La clave, reafirma la experta, está en devolver a los chicos espacios de juego, ejercicio, conversación y presencia sin distracciones digitales. «El mayor daño no es sólo por lo que hace la pantalla, sino por todo lo que los chicos dejan de hacer mientras están frente a ella», remarca.
¿A qué Edad es Recomendable Dar el Primer Dispositivo con Internet?
La respuesta de la neuropsicóloga es clara: «a partir de los 14 años, y apenas desde los 10-11 años permitir sólo dispositivos limitados, sin acceso a la web, mientras los padres acompañan, guían y gradualmente enseñan un uso saludable y seguro».
El desafío hoy es no dejarse llevar por el ritmo de lo urgente, sino apostar por lo importante. Padres, madres y docentes están llamados a usar menos pantallas para encender más la presencia y el diálogo cotidiano. Porque el costo —en salud, en aprendizaje y en vínculos— es tan alto como evitable. No es tarde para hacer un corte y empezar a construir, juntos, el verdadero entorno protector que nuestros chicos merecen.
Los Cinco Nuncas
Castro Fumero no cae en alarmismos, pero sí ensaya una advertencia lúcida y propone un «plan de acción» simplificado en cinco tópicos que pueden transformar la convivencia familiar:
- Nunca usar pantallas durante las comidas familiares (desayuno, almuerzo, merienda y cena).
- Nunca dos horas antes de dormir.
- Nunca en eventos sociales (reuniones, cumpleaños, fiestas).
- Nunca para calmar una emoción (no utilizar como chupete electrónico).
- Nunca mientras se realiza otra actividad (por ejemplo, ver tele mientras se juega o estudia).
El Reto de Criar sin Pantallas
La dominancia de las pantallas en casi todas las actividades humanas trastocó el modo en que criamos a nuestros chicos. El documental «Parenting Sin Pantallas» cobró una relevancia de talla mundial, en un mundo adulto que aún no tiene desarrolladas herramientas probadas que ayuden a mitigar el impacto de las nuevas tecnologías en los niños.
Frente a esta realidad, el documental «Parenting Sin Pantallas» se convirtió en una referencia ineludible para quienes buscan alternativas más sanas en la crianza.
La propuesta del documental no es alarmista, sino reveladora. Mediante una conjunción de testimonios, datos científicos y entrevistas a expertos, logra sacudir conciencias y abrir debates indispensables en casas y escuelas rurales por igual. La presencia de la neuropsicóloga Carina Castro Fumero aporta un sustento científico que no deja margen a la indiferencia: los impactos del uso excesivo de tecnología en el desarrollo infantil son mucho más profundos de lo que muchas veces queremos admitir.
En comunidades donde el contacto humano sigue siendo un motor vital, escuchar sobre cómo la atención, la creatividad y la capacidad de socialización de los chicos se ven afectadas por la dependencia digital despierta inquietudes. Muchos padres, maestros y abuelos se preguntan: ¿estamos realmente preparados para encarar este desafío?
El documental invita a tomar cartas en el asunto con responsabilidad. Lejos de demonizar las herramientas digitales, propone estrategias prácticas para transitar un equilibrio. Porque no se trata sólo de prohibir, sino de crear ambientes familiares donde niños y adolescentes cultiven capacidades sociales, imaginación y conexión genuina.
En resumen, criar sin dependencia digital no es una batalla perdida, sino una elección consciente a favor de la niñez. Una invitación a sumarnos al debate global sobre el futuro que queremos construir para nuestros hijos.
Salud Infantil: Los Riesgos de la Exposición Prolongada a las Pantallas
El uso de pantallas a una corta edad durante mucho tiempo puede generar repercusiones en el desarrollo de habilidades cognitivas, motoras, del lenguaje y socioemocionales que impactan en el aprendizaje.
¿Es malo incluir el uso de las pantallas en la crianza de los niños? ¿Los celulares o tablets reemplazan la interacción con los padres? ¿Cuánto tiempo pueden estar las infancias frente a la pantalla? Estas y otras preguntas son las que se hacen las familias cada vez que llega un bebé al mundo y dan lugar al debate en el que participan todos pero no hay una respuesta definitiva. En este artículo, la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ busca aproximarse a una mediante la palabra de expertos y organismos especialistas.
La investigadora del Conicet especializada en desarrollo cognitivo infantil Olga Peralta define ante la Agencia: «De ninguna manera es recomendable incluir las pantallas en la crianza de los niños de una forma continuada. Es decir, un ratito no pasa nada pero la exposición prolongada puede traer problemas psicológicos y neurológicos».
Según recomienda la OMS, los niños menores de cinco años deben pasar menos tiempo sentados frente a pantallas para desalentar el sedentarismo y favorecer un sueño de calidad, la interacción con su cuidador y el movimiento del cuerpo. En línea con esto, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) plantea que «el uso excesivo de pantallas por períodos de más de dos horas puede afectar el cerebro de los niños pequeños debido a su inmadurez». Esto puede generar repercusiones en el desarrollo de habilidades cognitivas, motoras, del lenguaje y socioemocionales que impactan en el aprendizaje. Además, pueden afectar la memoria y la atención lo que genera problemas en el comportamiento, el rendimiento escolar y la salud física y mental.
En este contexto, la SAP desaconseja la exposición a menores de dos años a todo tipo de pantallas «debido al estado de inmadurez del sistema nervioso central y del aparato psíquico». Luego, entre los dos y los cinco años, recomiendan entre media y una hora de pantallas por día, con la supervisión de un adulto que pueda seleccionar los contenidos. A partir de los cinco hasta los doce años, se aconseja una hora y media como tiempo máximo de uso de pantallas y destaca, una vez más, el acompañamiento de un adulto.
En sintonía con lo que propone la Sociedad, Peralta explica que la inclusión de las pantallas durante la crianza con la mediación de un adulto puede resultar constructiva. «Los cuidadores deben tener en cuenta que el contenido que ven las infancias sea adecuado para su edad. La interacción entre un adulto y un niño es muy importante, ya sea mediante imágenes digitales o impresas en un libro».
Jugar y educar
Asimismo plantea que, además de ser lúdico, puede ser educativo para las infancias para comprender de una manera simbólica la realidad. Así lo detalla la investigadora: «Cuando los adultos utilizamos un mapa, tenemos que entender que lo que figura en la imagen alude a espacios existentes para poder movernos. La idea es que los chicos puedan comprender que lo que están viendo puede referir a una realidad de la cual aprender».
«Hay un juego en el que ellos ven en la pantalla un espacio similar al de su casa, como una habitación, y los adultos le esconden un juguete debajo de la cama. Entonces, el niño al ver eso, debe ir a buscar a su habitación real el chiche que fue escondido previamente por su cuidador», ejemplifica. De la misma manera, sucede cuando las infancias juegan con una muñeca o al colorear dibujos ya que pueden comprender que el cuerpo de la muñeca es similar al de una persona real o que el dibujo que están viendo se refiere a algo puntual de la realidad, como una casa o un perro.
En definitiva, la inclusión de las pantallas en la crianza de los niños no es mala siempre y cuando sea durante un tiempo corto para no afectar su desarrollo y con la supervisión de un adulto.
¿Qué opinas de este tema y su impacto en la crianza de los niños? ¡Comparte tus pensamientos y opiniones en los comentarios!