Qué piensan sobre su trabajo los jóvenes investigadores científicos del nordeste
Lejos del ruido mediático, llevan en silencio una actividad constante que muchas veces recién empieza a mostrar sus frutos tras años o décadas.
Por: Texto: Jonatan Martínez Barnes. Fotos: Miguel Romero.
Al entrar en el hall del edificio del Instituto de Medicina Regional de la UNNE, ubicado en el Campus Resistencia, llama la atención el silencio. Ya con varias visitas al lugar en las espaldas, uno sabe que esa burbuja en medio del trajín de las facultades circundantes no es un vacío, sino la seña de identidad de una tarea que requiere máxima concentración, y que es unánime en el día a día de quienes trabajan entre esas paredes. Si a uno le pidieran que resumiera con un término pretendidamente literario ese silencio, quizás la primera palabra que le vendría a la cabeza sería monacal.
Uno también se va acostumbrando -gajes del oficio- a interrumpir tareas ajenas de forma intempestiva. Cuando el doctor Merino abre la puerta con la amabilidad de siempre para dar paso al cronista y al fotógrafo, a los gestos de los rostros concentrados sobre el microscopio o los monitores que se levantan a observar a los extraños les cuesta acomodarse a la nueva situación. Y uno entrevé -deformación profesional- de qué laberintos de la mente han sido sustraídos esos jóvenes investigadores que, a medida que avance la charla, darán cuenta de que pese al grado de abstracción que requieren sus tareas tienen los pies decididamente sobre la tierra.

EN PRIMERA PERSONA
Carla Álvarez está abocada a su tesis posdoctoral. Es becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y del Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Investigación (Iccti). Está sentada frente a una pantalla junto a Ornela Stechina (Conicet) discutiendo datos ordenados en planillas de cálculo. «Nuestra línea de investigación tiene que ver con el medio, el hábitat y el comportamiento de los mosquitos, para entenderlo y detectar la presencia de estos insectos en ámbitos urbanos. La importancia de avanzar sobre este tema la vemos, por ejemplo, con los brotes de dengue que lamentablemente han aparecido estos últimos tiempos. Buscamos además poder identificar otro potencial vector además del Aedes aegypti. Es un proyecto cuyos resultados creemos que servirán para dar luz al panorama sanitario de nuestra región», comenta.
En una oficina adyacente cumplen sus labores Silvia Lorena Mansilla -veterinaria y especialista en clínica de animales de compañía (Conicet)- y Augusto Joaquín Vallejo -bioquímico y graduado de la UNNE (Conicet-Iccti)-. Augusto ha comenzado su camino como investigador el pasado 1º de abril.
«Mi trabajo se enfoca en las zoonosis que pueden transmitir las mascotas, sobre todo los perros, ya que esta es una zona endémica de leishmaniasis, y en años recientes han aumentado los casos de la llamada enfermedad de la garrapata», indica Silvia. «El diagnóstico molecular, la transferencia a laboratorios privados y el enfoque multidisciplinario que nos permite la presencia de Augusto -quien investiga la resistencia de antibióticos en pacientes hospitalarios- son herramientas muy importantes que nos brinda el instituto».
MITOS Y REALIDADES
Frente a la esporádica indignación virtual que provocan cada tanto las noticias incompletas sobre proyectos delirantes que se han presentado buscando financiación del Conicet, Javier Giménez, tesista doctoral, encoge los hombros y sonríe. «Me parece un error reducir la tarea y la historia del Conicet a publicaciones vagas, y que se pretenda minimizar así la importancia de la investigación científica construyendo una idea falsa y a veces maliciosa. El Consejo es el pilar en nuestro país en todos los ámbitos del conocimiento. Nosotros como becarios debemos presentar un proyecto que es evaluado, y luego llevarlo a cabo hasta el final cumpliendo cuarenta horas semanales. Y quien está en esto sabe que la faena no termina cuando se sale de acá».
«Las expectativas que teníamos al ingresar en este instituto se han cumplido. Creo que quienes nos postulamos tuvimos presente el perfil y el prestigio de esta institución. La experiencia se adquiere a medida que avanza el proyecto, y así se forja una carrera de investigador. Hay que destacar el apoyo del Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Investigación. Y no es para nada una queja, pero sería bueno encontrar la manera de sumar aportes a las becas. Cinco años de doctorado y tres de posdoctorado es mucho tiempo, y uno se encuentra a una edad y sin contribuciones laborales pese a todo lo que trabaja», indicaron.

EL APOYO DE LA PROVINCIA CON BECAS DOCTORALES
A través del Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Investigación (Iccti), la Provincia cofinancia con el Conicet veinte becas doctorales en tres áreas estratégicas: agroindustria, economía del conocimiento, y ciencias de la salud y ambiente. Se suman también quince becas posdoctorales cuya convocatoria finalizó meses pasados.
Están destinadas a egresados chaqueños de universidades argentinas o extranjeras que deseen realizar tareas de investigación, con vistas a obtener un diploma de doctorado. También pueden aplicar a la beca personas que no residan en la provincia, siempre y cuando el director o codirector sea un investigador que tenga como lugar de trabajo algún instituto que se encuentre en el Chaco.
El Iccti es un organismo autárquico recientemente creado a través de la ley N°3464-A que tiene por objetivo fomentar y promover la aplicación del conocimiento científico-tecnológico para mejorar las condiciones de vida de los chaqueños, en términos socioproductivos, culturales, ambientales y educacionales.