Retrato de un año agotador: las familias argentinas llegan a diciembre con menos consumo, más deudas y sin margen para ahorrar
Lejos del discurso oficial sobre un «cambio de hábitos», los datos muestran un ajuste forzado: recortes en alimentos y salud, tarifas que cuadruplican su peso en el presupuesto y una deuda que crece como única salida para llegar a fin de mes.
Buenos Aires, 26 de diciembre de 2025. — El tercer diciembre bajo la gestión de Javier Milei encuentra a los hogares argentinos en una encrucijada dolorosa: estirar ingresos que pierden valor, recortar lo esencial y endeudarse para cubrir la subsistencia diaria. La prometida «reconfiguración voluntaria del consumo» choca contra la realidad de millones de familias que llegan a las fiestas sin margen para el ahorro, la planificación o, incluso, una comida segura.
La frase oficial de que «está cambiando la forma de consumir» es, para una porción mayoritaria de la sociedad, un eufemismo que esconde un proceso de empobrecimiento y privación estructural. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA-UCA), apenas uno de cada diez hogares logró ahorrar algo de dinero este 2025, mientras que el 47% de la población vive en hogares con «estrés económico» –la percepción de que los ingresos no alcanzan para lo básico–, un porcentaje muy por encima del piso histórico del 35%.
El ajuste que no eligieron: de la comida a la salud
El deterioro es sistémico y se profundiza en los pilares del bienestar:
- Inseguridad alimentaria: Aunque en leve descenso desde los picos de 2024, los niveles de inseguridad alimentaria severa y moderada se mantienen en máximos históricos, muy por encima de los registrados entre 2010 y 2017. En los estratos más bajos, más de la mitad de los hogares sufren inseguridad alimentaria.
- Salud postergada: Persisten barreras económicas para acceder a médicos, odontólogos y medicamentos, agravadas en adultos mayores por la erosión de los haberes previsionales.
- Tarifas que ahogan: El peso de las tarifas de servicios en el gasto familiar se cuadruplicó durante esta gestión. Este cambio en los precios relativos hace que, aunque la inflación baje, las familias no perciban una mejora real en su poder adquisitivo, ya que un porcentaje cada vez mayor de su dinero se destina a servicios inflexibles.
Consumo en caída y deuda como «salvavidas»
Los números del consumo masivo confirman el panorama: en noviembre cayó por primera vez en nueve meses, con supermercados a la cabeza del desplome. Las familias no solo compran menos volumen (-2.1%), sino que van menos veces a los comercios (-2.2%). El 43% de los compradores declara llegar «ajustado» a fin de mes.
En este contexto, el endeudamiento a través de planes de financiación (como los ofrecidos para las compras navideñas) se convierte en el mecanismo de supervivencia para sostener un consumo básico, profundizando un círculo vicioso.
Informalidad y falta de horizonte
La crisis no es solo coyuntural, sino estructural. El déficit de afiliación a la seguridad social –índice directo de la informalidad laboral– se mantiene inalterable en los sectores más vulnerables. Esto significa que la leve mejora en algunos indicadores de pobreza por ingresos no se sustenta en una mayor integración laboral o cobertura previsional, dejando a las familias sin red de contención ante cualquier contingencia.
Un final de año sin margen
Así, las familias argentinas cierran 2025 exhaustas. El «éxito» macroeconómico del que habla el oficialismo no se traduce en la mesa diaria, en la libreta de ahorro o en la tranquilidad de poder afrontar una emergencia de salud. El horizonte de planificación familiar se achica al día a día, y la pregunta ya no es «qué voy a hacer el próximo año», sino «cómo voy a pagar las cuotas del próximo mes».
¿Es su realidad?
¿Se reconoce en este retrato de fin de año? ¿En qué ha tenido que recortar más su hogar: alimentación, salud, educación o esparcimiento? ¿El endeudamiento se ha vuelto una herramienta habitual para cubrir gastos básicos?
Este diagnóstico, construido con datos de consultoras y observatorios universitarios, busca reflejar la experiencia concreta de millones de argentinos más allá de los discursos. Su testimonio ayuda a dimensionar el verdadero costo social de los ajustes.
