«La historia de un gobernante que vivió y murió en la pobreza».

El 13 de julio de 1996, a los 80 años, falleció en General San Martín quien fuera el primer gobernador constitucional del Chaco tras su provincialización, Felipe Gallardo.

Nació pobre (el 23 de agosto de 1915 en Villa Ocampo, Santa Fe), vivió pobre, y a pesar de la alta investidura que terminó ostentando, también murió en la pobreza.

De adolescente, trabajó en La Forestal. Luego, ya en Resistencia, sobrevivía como como lustrín.

Donde hoy está ubicada la Biblioteca Profesor Leopoldo Herrera, Julio A. Roca al 158, funcionaban los talleres del diario La Voz del Chaco.

Benito D’Ambra, director de ese medio, seguramente no imaginaba que ese adolescente que limpiaba su taller para que lo deje dormir allí, entre los papeles sería, en el futuro, gobernador del Chaco.

Felipe Gallardo, primer gobernador constitucional del Chaco tras su provincialización.

Ya radicado en El Zapallar, vendía el diario El Mundo, que llegaba una vez por semana a esa localidad. Él salía a venderlo en la bicicleta que había logrado comprar. 

Políticamente, estaba en el radicalismo, pero también se movía activamente en el campo gremial. 

Él decía que había ido a la escuela sólo hasta el segundo grado. Algunos dudan que haya llegado a ese nivel. De lo que no hay dudas es de que era un formidable lector que se cultivaba a sí mismo leyendo todo cuanto caía en sus manos.

Era capaz de pasar noches enteras leyendo historias del General San Martín, de quien era fanático admirador.

En 1943, expresó su apoyo al golpe militar perpetrado el 4 de junio de ese año por el sector del Ejército denominado Grupo de Oficiales Unidos (GOU), encabezado entre otros por un todavía no muy conocido coronel Juan Domingo Perón.

Desde El Zapallar, le mandó a éste una carta de adhesión a ese movimiento revolucionario. También le pidió lo que se había prometido en la proclama militar en relación a la provincialización del entonces Territorio Nacional del Chaco.

El año 1951 lo encontró como convencional constituyente. Como tal, apoyó una moción del convencional Policarpo Acosta de que el Chaco pasara a denominarse «Provincia Presidente Perón».

«¿Cómo no rendir el más justiciero homenaje espiritual y cívico al más grande estadista y creador del justicialismo, denominando con su nombre ésta nueva provincia argentina?», expresó durante una sesión.

Debemos ser sinceros y reconocer que la referida convención constituyente fue una farsa: todos los constituyentes eran peronistas (cada sesión se inauguraba cantando La Marcha Peronista), y no había un solo convencional de otro partido.

En tan sólo cinco días (18 al 21 de diciembre de 1951) a mano levantada aprobaron todos y cada uno de los 118 artículos de lo que la oposición llamó «Constitución corporativa», cuyo texto había sido preparado por el gobierno nacional.

Retratos de un buen gobernante

Su lealtad a Perón y su condición de trabajador le valió encabezar la fórmula Felipe Gallardo – Deolindo Felipe Bittel, que ganó las elecciones realizadas en abril de 1953.

Asumieron sus funciones a las 8:15 del 4 de junio de ese mismo año, en el marco de un juramento caracterizado por significativas ausencias. No vino nadie de los que especialmente se invitó. 

Siendo la primera vez en cien años, desde 1853, que se incorporaba a la Confederación Argentina un nuevo Estado, se pensaba que el país, incluido Perón, se concentraría en Resistencia para participar de tan trascendente acontecimiento.

Pero no vinieron ni el Presidente, ni los ministros, ni los jueces de la Corte Suprema de Justicia, ni los diputados nacionales, ni los senadores, ni los gobernadores de otras provincias.

Ese mismo día, por la tarde, el flamante gobernador Gallardo inauguró el período de sesiones legislativas.

Diez días después se constituyó el Poder Judicial, que venía siendo pacientemente organizada por la abogada correntina María Solimano Mohando de Farías, y cuyos tribunales abrieron sus puertas el 27 de julio a las 8 de la mañana.

La totalidad de empleados con que contaba la administración pública provincial no pasaba de los ochocientos agentes y los sueldos se pagaban «casa por casa y hombre por hombre».

Uno de esos empleados era el doctor Lauro Francisco Ramírez, uno de los tres médicos con que contaba el Ministerio de Salud Pública y Asuntos Sociales. Cuarenta y siete años después, en diálogo que mantuvo conmigo, retrató así a Gallardo:

«Era muy trabajador, muy honesto y siempre con tremendas ganas de hacer cosas. Era justo el tipo que necesitaba una provincia recién nacida, donde todo estaba por hacerse. Un día de mucho calor me atendió prácticamente «en patas». Fui a reclamarle directamente a él por qué ese mes el pagador salteó mi casa, y no se me pagó mi sueldo. Yo estaba realmente afligido. Y fíjese lo justo que era ese hombre. «Usted con un sueldo de 2.300 pesos no puede vivir», me dijo. Llamó a su secretario privado y le ordenó que me acompañara al Ministerio de Economía con la recomendación de que me pagaran «lo que corresponde a un médico de ley». A ese hombre lo he visto crear centros de salud atendidos por enfermeros, de un día para otro, en muchos lugares de la provincia. Lo que después hicieron con él los de la Revolución Libertadora fue realmente una canallada».

Otro que me pintó un significativo retrato suyo fue el comisario inspector Julián Vallejos, autor de un libro titulado Sucedidos Policiales. El 25 de febrero de 2001, me contó:

«Lo conocí estando él preso en la comisaría de El Zapallar, donde llegué en cumplimiento de mis tareas de inspector de zona. En ese momento llega allí, detenido, el ex gobernador y lo ponen en el patio, como un preso común y corriente. En aquellos días, ser peronista era como ser un perro. Cuando me dicen de quién se trataba, me acerco a él y le digo: «Don Felipe, acá hay una pieza a su disposición». Nunca se olvidó de ese gesto mío. Pasaron los años y yo, ya retirado, fui designado gerente de Cosecha Cooperativa de Seguros, en Resistencia, y siempre iba a General San Martín. Gallardo, que era carnicero, me visitaba y nos pasábamos horas enteras hablando y recordando las cosas que a cada cual le pasó en tiempos ya idos».

La caída

En el aspecto político, igual que los gobernadores del resto del país, tenía un campo de maniobra muy limitado. Así lo reconoció en un discurso que pronunció en el actual Parque 2 de Febrero, que entonces se llamaba Parque Presidente Perón:

«No somos gobernadores. Somos simples ejecutores de la voluntad del general Perón».

El 20 de septiembre de 1955 (el mismo día que Perón se asilaba en la embajada paraguaya), a las 9 de la mañana, Gallardo reunió a sus colaboradores para anunciar su decisión irrevocable de renunciar. «Como entré con Perón, me voy con Perón. Los que se quedan serán títeres y traidores al movimiento peronista, y para eso yo no nací», dijo.

Su secretario privado, Alberto Silvestre Torresagasti, pasó a máquina el texto de las renuncias del gobernador y vicegobernador, dirigidas a la Cámara de Diputados.

Eduardo Jarque, presidente provisional de la Cámara de Diputados del Chaco entre los años 1953-1955, reveló que a las 13 de ese mismo día, «después de un cambio de parecer con los compañeros», Bittel decidió quedarse y no enviar las renuncias a la Legislatura, nombrando a cargo de los tres ministerios a Rafael Rubén Sotelo. 

Esto provocó una ruptura de relaciones entre Gallardo y Bittel, quienes nunca más volvieron a saludarse.

La caída de Perón a nivel nacional, del que el historiador socialista Guido Miranda dijo que había sido «para bien de la patria», provocó el fin del mandato de Gallardo y su reemplazo por el interventor militar, coronel (R) Miguel Ángel Mascaró.

Los principales referentes del gobierno derrocado, entre ellos el ex gobernador y el ex vicegobernador, fueron apresados.

Tras seis meses de cárcel, catorce de ellos fueron liberados. Así lo informó El Territorio del 3 de mayo de 1956:

«Juntamente con otros 13 detenidos, ha recuperado su libertad el ex vicegobernador, señor Felipe Bittel. Fue en virtud de lo dispuesto por el gobierno nacional. Estas libertades se han producido en diversas partes del país, obedeciendo al criterio del gobierno que sólo permanecerán privados de su libertad todos aquellos funcionarios del régimen y sindicalistas responsables directos de delitos comunes».

Gallardo, que había sido apresado el 6 de octubre de 1955, siguió en prisión dos años y dos meses más, siendo liberado recién el 23 de diciembre de 1957.

Un insulto a su memoria

La Revolución Libertadora lo desmanteló económicamente. En General San Martín, terminó haciendo chorizos y ladrillos para sobrevivir. No se jubiló porque no había documentación de que alguna vez hubiese sido gobernador del Chaco. S solamente se le dio una pensión personal.

El 5 de noviembre de 1991, con él y su familia presentes, el gobernador Danilo Luís Baroni le rindió un homenaje, imponiendo su nombre al Salón de Acuerdos de la Gobernación.

Ocho años después, a fines de marzo de 1999, durante el gobierno de Rozas, el Insssep le quitó esa pensión a su viuda. Se trató de un innecesario insulto a la memoria de quien, con sus luces y sus sombras, fuera primer gobernador constitucional del Chaco.

Su exfiscal de Estado, Manuel Millán Ford, protestó de esta manera:

«No basta con que el Salón de Acuerdos de la Casa de Gobierno se llame Felipe Gallardo. Hay que hacer algo por él. A muchos peronistas y radicales, gente que en su momento tenía poder de decisión, tendría que caérseles la cara de vergüenza por la forma en que éste terminó, pobre, sin jubilación alguna».

Por Vidal Mario